28 Nov 2021

El sueño de Kepler

Por Eduardo Serrano

Leyendo un poco la historia de Kepler y su entorno, uno se da cuenta de la enorme dificultad de los investigadores de todas las épocas, adentrarse en la oscuridad y las tinieblas de lo desconocido, pero es que en esta época era suprema, porque no estaba siquiera el modo de proceder, actuar o analizar, no había antecedentes, no había método, no había nadie que te guiara, no había herramientas que te ayudaran a superar barreras. Y del entorno social ni hablamos, pero al menos mejor que anteriores épocas, porque ya estábamos en la era de los nuevos descubrimientos.

Ni siquiera se podía distinguir entre los valores religiosos, los pensamientos místicos, los fenómenos de la naturaleza, las creencias de uno mismo. Estaba todo mezclado, era todo uno solo indistinguible.

Pero vamos con Kepler…

Persona muy religiosa, creía que el mundo diseñado por Dios era un mundo perfecto, y así también de idílico deberían ser los cielos, el movimiento de los planetas, sus trayectorias, etc…

Descubriría a su pesar, que las trayectorias de los planetas no seguían figuras geométricas simples y perfectas como el círculo, digna de la creación divina, lo que le llevó a pensar que había fracasado. «No puedo dejar pasar esos 8 minutos», la realidad no encajaba, y no podía someterla, evidentemente algo estaba mal en sus cálculos, porque los cielos debían ser perfectos. 

Totalmente abatido, no podía hacer otra cosa que observar los datos sacando conclusiones simplemente de ellos, sin ninguna idea preconcebida más. Después de probar muchas otras, descubrió que una rara figura, la elipse, considerada una figura menor, coincidía con precisión en las trayectorias: «sólo me quedó una carreta de estiércol», que traducido al lenguaje de hoy sería como decir: ¡vaya mierda de roscos imperfectos tengo que probar!

Para esto hubo una pequeña transformación en su interior, desolado por las guerras y la muerte, pensó: «si hay guerras y mueren niños, este mundo es imperfecto. Y si los planetas son imperfectos ¿por qué habrían de serlo sus trayectorias?».

Kepler cambió el mundo, pero para ello tuvo antes que cambiarse a sí mismo.

Sus trabajos de gigante permitieron comprender y predecir los movimientos y posiciones de los astros.

Fue el modelo a seguir en las demás disciplinas del saber, al declarar su fe en el método experimental, la ciencia moderna se abría paso.

Mientras los genios punteros de Europa aún seguían lidiando con el heliocentrismo, Kepler ya había desarrollado unas nuevas matemáticas y estaba prediciendo con éxito las posiciones exactas de la Luna, los planetas y los cometas, así como la predicción de eclipses y lo más increíble; predecir un tránsito de Venus. Más aún ya estaba pensando y escribiendo ciencia-ficción, con los posibles problemas que tendría un viaje a la Luna, en su obra «El sueño«:

Podría haber obviado esos diminutos 8 minutos de arco de la órbita de Marte que le separaban de su idea de divina perfección, nadie de la época disponía de esas medidas precisas, pero no hubiera pasado a la historia y este mundo no sería el que es hoy, afortunadamente eligió no engañarse, eligió la dura tarea de aceptar las evidencias por encima de cualquier idea preconcebida. Su ilusión de niño era poder viajar a la Luna y explorar los planetas, por ello fue un adelantado a su época, porque tenía sueños adelantados.

Bueno y ya para terminar, fijaros en la dificultad de los cálculos y de las nuevas matemáticas que tuvo que desarrollar a partir de unas matemáticas bastante primitivas. Las observaciones de Tycho eran sobre el cielo en un día en un lugar. Eso había que transformarlo en coordenadas espacio temporales de un punto del mundo, que estaba girando sobre sí misma y a su vez coordenadas en movimiento alrededor del Sol, para finalmente hacer un cambio de sistemas de referencia, representarlo en coordenadas sobre un plano del sistema solar que daban una visión global. Bastante complejo para la época, nada que envidiar a los cálculos infinitesimales, que vendrían años después.